El cristianismo formal
Uno de los factores que ha contribuido al hundimiento de los valores éticos de la Biblia es indudablemente la abdicación de la fe cristiana. O, dicho de otra manera: Europa ha dejado de ser cristiana. Esta verdad se aplica tanto a los países que en su momento abrazaron la Reforma como a los países con mayoría católica u ortodoxa. Salvo pocas excepciones, como podrían ser Irlanda, Polonia y Malta, la fe cristiana no juega absolutamente ningún papel en la política, las finanzas y la economía. El protestantismo (mermado por las nefastas consecuencias de una teología liberal que se adapta completamente a los moldes de las modas del pensamiento filosófico, o un cristianismo pietista que se retiró del mundo para esperar al arrebatamiento) se ha debilitado de tal manera que no se lo percibe como una fuerza capaz de marcar pautas para la sociedad. Por lo tanto, lo que queda del cristianismo formal tiene poco que ofrecer a nuestra sociedad. El cristianismo europeo se caracteriza sobre todo por su rendición ante el secularismo militante y su adaptación a las corrientes contemporáneas de pensamiento. El pecado contra el tercer mandamiento es el pecado por antonomasia de aquellos que llevan el nombre de Cristo sin realmente tomar en serio sus enseñanzas. Por lo tanto, este capítulo es sobre todo una crítica de algunos aspectos de la expresión de la fe cristiana en nuestro tiempo.
Si en Europa al inicio del siglo XX se usaba el nombre de Dios para cimentar y bendecir regímenes políticos totalitarios y luego fascistas, hoy en día está mucho más de moda hacer apología de posturas socialistas e incluso comunistas en nombre del cristianismo. El ejemplo más patente en este sentido ha sido la “teología de la liberación”, bastante popular en su momento sobre todo en América Latina, que parte de las premisas de teólogos liberales para buscar y tratar de establecer el Reino de Dios al estilo socialista. No cabe duda que este intento de bautizar en el nombre de Dios una ideología completamente secular ha sido un gran fracaso. Las masas de los que buscan un cristianismo auténtico no acuden a las parroquias o iglesias de los representantes de la teología de la liberación, sino a las congregaciones donde se predica un cristianismo vigoroso y personal.
Al mismo tiempo es cierto que una buena parte del evangelicalismo de nuestro tiempo ha sucumbido ante la tentación de un evangelio mercantil y comercial. Raras veces se predica hoy en día confiando en el poder de la Palabra de Dios. Todo lo contrario: poco de esa Palabra todavía se puede reconocer en la proclamación pública del mensaje del evangelio. Los actos públicos de muchas iglesias evangélicas obedecen más bien a técnicas de venta. Y finalmente, con tal de rellenar una tarjeta o levantar la mano al final de una presentación del evangelio, parece que ya se ha hecho lo suficiente para poder decir que un número x de personas ha “aceptado a Jesús como su Señor y Salvador”. Lo cierto es que más que otra cosa parece una forma de usar el nombre de Dios en vano.
Y lo mismo se aplica al descomunal desinterés que caracteriza una gran parte del cristianismo protestante en Europa. El conocimiento de los contenidos y doctrinas más esenciales de la fe cristiana ni se enseña en muchas iglesias ni se aprenden por parte de los creyentes.
Muchos evangélicos ya no quieren escuchar nada de teología. Todo lo que suena a doctrina o teología parece que está destinado a tener que desaparecer de nuestras iglesias. Los sermones deben entretener, pero no enseñar. El arte de la predicación expositiva está en vías de extinción. Pocos se atreven a predicar hoy en día sobre temas doctrinales como la Trinidad, la divinidad de Cristo, el infierno, etc. Se ha hecho muy popular la frase: creemos en una persona y no en una doctrina. Existen muchas iglesias que, por falta de conocimientos de doctrina bíblica, se están abriendo a influencias modernistas y postmodernistas. La doctrina cristiana pierde su importancia y con esto se tiran por la borda siglos de trabajo teológico. ¿En cuántas iglesias se enseñan todavía verdades formuladas en los credos antiguos de la Confesión de Westminster, del Catecismo de Heidelberg o de otros credos que han servido durante siglos para instruir a creyentes en las verdades más básicas de su fe?
Se reemplaza la verdad por la técnica. Analizando muchos sermones que se predican hoy en día, llegamos a la conclusión de que los evangélicos piensan hoy más como hace pocos años pensaban los teológicamente liberales.
Un estudio científico, llamado PISA (Program for International Student Assessment) evaluó el conocimiento de alumnos y estudiantes en treinta y dos países industrializados. Los resultados de este estudio ponen de manifiesto un analfabetismo bíblico insidioso, aun entre la población que se considera cristiana.
¿Qué pasa con la teología? ¿Por qué existe una crisis tan acentuada en todo lo que tiene que ver con la doctrina evangélica y el conocimiento de la Biblia? Existen por lo menos tres razones:
1. En primer lugar, la Iglesia evangélica fracasa en términos generales en su intento de transmitir sus creencias a la generación siguiente. Se insiste excesivamente en la experiencia personal y no se insiste lo suficiente en la educación cristiana. La vida espiritual ha llegado a ser, por tanto, no algo que se aprende, sino una pura cuestión de experiencias. En las iglesias se insiste menos en esta educación y mucho más en el desarrollo personal. Esto se refleja, por ejemplo, en la manera como se predica. Los sermones son cada vez más terapéuticos y menos educativos. Y la validez de lo que hacemos en el culto los domingos por la mañana se basa sobre todo en lo que sentimos y cada vez menos en lo que pensamos.
2. En segundo lugar, muchas iglesias cristianas han abandonado la exposición de la Biblia y han dejado de enseñar teología. La exegesis histórica se ha convertido en un arte perdido en el púlpito. En vez de explicar el contexto histórico de un pasaje, el texto se convierte en la base de reflexiones puramente devocionales. Se sacan pasajes bíblicos de su contexto, ya que el predicador está buscando aquellas historias que provocan las respuestas o actitudes deseados entre la gente. En consecuencia, los sermones hoy en día se han reducido a unos 20 a 30 minutos, y son, sobre todo, reflexiones cargadas de emociones o de un aburrimiento difícil de aguantar.
En muchas de las iglesias de nuestros días, raras veces hay tiempo para hablar sobre asuntos teológicos y sobre la Biblia. Si preguntamos a nuestros pastores si se enseñan sistemáticamente doctrinas bíblicas, la respuesta es por regla general negativa. Simplemente no hay tiempo para ello. Lo mismo es infelizmente cierto en la escuela dominical de los niños.
La fe cristiana ya no se edifica sobre el fundamento firme de enseñanzas y argumentos que han probado su validez a través de los siglos, sino sobre emociones y experiencias personales.
3. Una tercera razón para el analfabetismo doctrinal que reina hoy en día es la tremenda y terrible influencia de filosofías y modas seculares. Como hemos visto, el liberalismo teológico enseña que la Biblia simplemente es un producto humano y no una revelación divina. De esta manera, se opone frontalmente a la doctrina de la inerrancia bíblica, la deidad de Cristo, la realidad de Satanás, la redención sustitutiva y otras doctrinas clave de la fe cristiana. El existencialismo y su acento en la experiencia humana hace que la gente se mire a sí misma y no a Dios o las Escrituras para encontrar la Verdad.
El postmodernismo ha convencido a muchos de que no hay una verdad universal. Muchos evangélicos aceptan elementos de estas filosofías y pensamientos sin ni siquiera darse cuenta de ello. Se trata de una fe sintética y sincretista. Muchos evangélicos de nuestros días han aceptado y combinado tantas ideas de otras creencias y filosofías que han creado su propio sistema de fe. Una persona bautizada media, que se considera nacida de nuevo ha asumido y aceptado elementos del budismo, el hinduismo, el judaísmo, el islam, los mormones, la cienciología, el unitarismo de la Ciencia Cristiana y –por supuesto– del catolicismo romano sin darse cuenta que acaba de crear su propia religión.
“No usarás el nombre de Dios en vano”. Posiblemente es el mandamiento contra el cual las iglesias del siglo XXI pecan con más intensidad porque usamos el nombre de Dios en vano cuando predicamos un cristianismo vacío, hueco, quietista, descafeinado y sin pasiones.
José Uwe Hutter
Nota del editor: Este artículo es un extracto del libro «Crisis: Europa en la encrucijada» publicado por
José Uwe Hutter. El autor cedió los derechos de publicación a Único Camino.
El libro se encuentra disponible en… Crisis: Europa en la encrucijada
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