
A primera vista cuesta relacionar los conceptos de “ira” y de “celo” con Dios. Estamos acostumbrados a tomar la palabra de Juan “Dios es amor” en un sentido absoluto y moldearlo a nuestras ideas de cómo un Dios de amor debería comportarse. Dios se convierte así en un tipo de “Papa Noel” de tamaño universal que siempre es amable y que al final siempre perdona. Ambos conceptos, sin embargo, están relacionados con el carácter divino. Incluso más que esto: radican en el mismo ser de Dios. Su ira contra todo tipo de injusticia no es irracional y sin fundamento, y por lo tanto pecaminosa, sino conforme con su propio carácter que se define en términos de santidad. Ante el pecado que no es otra cosa que un atentado contra la mismísima naturaleza de Dios, Él tiene que reaccionar. Esta reacción suscita el celo divino que a su vez lleva a su ira que exige su retribución.
Por lo tanto, es un principio bíblico que la ira de Dios es de una categoría completamente diferente que la ira de los hombres – concediendo que también existen casos donde la ira y el celo humanos pueden ser justificados. Pero en la gran mayoría de los casos lo que nosotros entendemos de amor tiene tan poco que ver con el amor divino que lo que nosotros llamamos “ira” con lo que es la ira divina.
La ira de Dios se presenta en el AT en afirmaciones que lo describen por un lado y por otro lado nos cuentan como esta ira se descarga en una serie de ejemplos de acontecimientos históricos. En cuanto a nuestro tema podemos afirmar: lo que nosotros entendemos como “violencia de Dios” radica doctrinalmente en el concepto de su ira contra toda injusticia. Por lo tanto, es una reacción divina que radica por un lado en su santidad (Dios no tiene nada que ver con el pecado) y en su justicia (Dios no puede dejar el pecado sin castigo).
Aunque la exposición y explicación de la ira divina no es muy popular en la Iglesia del Señor al inicio del siglo XXI, tenemos que constatar que este concepto es absolutamente fundamental para entender la doctrina de la redención. ¿Por qué tiene que ser salvo el hombre? Hebreos lo resume en una frase que todo lo dice con claridad: porque horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo.
LA IRA DE DIOS LLEVADA A CABO
Los medios como Dios expresan su ira son diferentes. A veces son los ángeles que llevan a cabo sus juicios (2 Samuel 24:17). En otras ocasiones es el pueblo de Israel que se convierte en la herramienta para dar expresión a su ira (Ezequiel 32:9-31). En otras ocasiones son las fuerzas de la propia creación de Dios que se convierten en expresiones de la ira de Dios (Jueces 5:20.21) y a veces incluso son naciones paganas que Dios usa para expresar su ira contra su propio pueblo (Isaías 10:5).
El Antiguo Testamento está lleno de incidencias donde la ira de Dios no espera hasta el juicio final, sino que se lleva a cabo ya en la historia.
La ira de Dios tiene un doble propósito: por un lado, se trata de mantener el orden en la creación de Dios, lo cual exige que se lleve a cabo la justicia. Y esto implica por otro lado el castigo correspondiente de los que transgredan la Ley de Dios. La ira de Dios siempre tiene una causa justificada que exige una respuesta divina.
Lo interesante es que la ira de Dios no solamente se dirige hacia su pueblo del pacto, sino también hacia los gentiles y sus hechos malvados. Se castigan tanto a los líderes de los israelitas como a los de las naciones gentiles (Salmo 2:1-3). Esta es la razón porque tanto en el AT como en el NT las naciones se convierten en destinatarios de mensajes proféticos. Y en el NT Pablo no tiene ningún inconveniente con el concepto que los gentiles también son merecedores de esta ira venidera de Dios.
Desde el siglo XIX se ha puesto muy de moda en la teología hacer una diferencia entre el pecador y sus pecados, proponiendo que la ira de Dios solamente se dirige en contra de los pecados, pero no en contra del pecador. El AT no deja ningún lugar a dudas (y por supuesto tampoco en NT) de que esta diferenciación no existe. Es la razón por la que la ira de Dios se descarga a través de guerras, catástrofes y todo tipo de calamidades. Aunque hiere a nuestras sensibilidades alimentadas por un humanismo antropocéntrico (véase la primera entrega de esta serie) diferentes formas de derramamiento de sangre y de violencia son llevados a cabo en el AT para la gloria de Dios. El humanismo evolucionista de nuestro tiempo ve este concepto del AT como algo inaceptable.
Otra cosa es que la ira de Dios no está reñida con su misericordia. Ira y misericordia no se excluyen mutuamente. Vemos en el AT que Dios en muchos casos aplica su misericordia al pueblo de Israel (y a pueblos paganos, como en el caso de Jonás a los ninivitas). No es una incongruencia porque esta misericordia no ocurre gratis sino se alimenta en las últimas consecuencias en el sacrificio de Jesucristo en la cruz del Calvario donde el Cordero de Dios experimenta toda la ira del Padre contra el pecado en su propia persona. El concepto del “amor del pacto” (“jesed”, en hebreo,) se convierte de esta manera en sinónimo del “ágape” divino tan conocido del NT.
Es de primera importancia el hecho de que Dios hace a los hombres responsables de sus propios pecados y los destina a su propia destrucción. Por eso, muchos comentaristas rechazan la actuación de Dios en el AT como cruel y caprichosa. En su teología no cabe la idea que el propósito de la ira de Dios es la restitución de aquellas partes de la Ley que han sido violadas. La ira de Dios es la reacción divina ante la desobediencia de seres humanos y también de ángeles que desafían su autoridad. Este desafío a la soberanía divina a través de la resistencia a su voluntad revelada en la Escritura tiene como consecuencia la ira divina.
Un aspecto central que podemos ver una y otra vez en la historia de Israel es la influencia que sufre el pueblo del pacto por los demás pueblos paganos y sus dioses que son la causa directa de la injusticia diaria en la sociedad de los israelitas. Pero la ira de Dios no solamente se dirige en contra de Israel en caso de desobediencia. La Ley de Dios no hace distinción realmente entre israelitas y gentiles. Por eso los juicios divinos se dirigen a todas las naciones. Empieza con la casa de Dios (Israel), pero las demás naciones se exponen de la misma manera a la ira de Dios.
Por eso el apóstol Pablo puede escribir en Romanos 1:18: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad.”
EJEMPLOS DE LA IRA DE DIOS
A. La ira de Dios por causa de injusticia social: Éxodo 22:24
Dios amenaza a los responsables del pueblo de Israel directamente con su venganza en caso de oprimir a viudas y huérfanos porque están directamente bajo su cuidado y su consideración especial.
B. La ira de Dios por causa de la idolatría: Éxodo 32:10
Dios estaba a punto de exterminar al pueblo de Israel por su idolatría y por haberlo dejado. Solo la intercesión de Moisés evita la catástrofe, pero aún así muchos israelitas tienen que pagar este pecado con su vida. La idolatría llevó a los israelitas en muchas ocasiones a grandes desastres y era la causa principal porque no cumplió con su deber de ser una luz para las naciones en el AT.
C. La ira de Dios por causa de la desobediencia de los sacerdotes: Levítico 10:6
La negligencia en no ajustarse exactamente a los preceptos divinos que regulan al culto es un atentado contra la santidad de Dios. El capítulo empieza con un relato escueto de los acontecimientos que llevaron a la muerte de dos de los hijos de Aarón. El culto a Dios no es opcional y a discreción de los israelitas, sino tiene que llevarse a cabo exactamente dentro de los parámetros que Dios revela porque nacen de su propia naturaleza. La falta de cumplimiento de estos preceptos es un atentado contra la autoridad divina.
D. La ira de Dios por causa de las quejas del pueblo: Deuteronomio 9:7
Las quejas del pueblo ponen de manifiesto su falta de confianza en las promesas de Dios. En otras palabras: implícitamente llaman a Dios mentiroso porque no creen que Él sea capaz de mantenerlos con vida y en las circunstancias adecuadas para que sus planes se cumplan. Llamar a Dios, uno de cuyos atributos es la verdad, mentiroso tiene como reacción su ira contra los autores de estas calumnias.
E. La ira de Dios por causa de pecado en el pueblo: Josué 9:20
Por la desobediencia de Acán, Israel pierde una batalla importante y el daño para el pueblo de Dios es grande. La reacción de Dios es su ira justa porque no puede mirar con buenos ojos nada que vaya en contra de su naturaleza. En este ejemplo vemos que la ira de Dios en ocasiones tiene una proyección colectiva. Incluso un pecado individual puede ser la causa de retribución divina contra todo el pueblo. Por eso el pueblo de Dios era llamado en el AT a no tolerar pecado en sus filas (y por cierto en el NT esto se aplica en la ejecución de la disciplina que juntamente con el uso correcto de los medios de gracia y la predicación es considerada como las características típicas de una iglesia).
F. La ira de Dios por causa de no llevar acabo su justicia: 1 Samuel 28:18
Dios en su momento había mandado a los israelitas llevar a cabo el juicio de Dios en ellos. Los israelitas no cumplieron la voluntad de Dios de llevarlo a cabo y convertirse así en el instrumento de la justicia divina. A cambio, Dios castigó a los israelitas por haberse negado a obedecer.
LA IRA DE DIOS Y LA REDENCIÓN EN EL AT
La ira de Dios no solamente tiene un aspecto colectivo en el caso de desobediencia de los pueblos a los mandamientos de Dios. La manera como Dios provee un remedio contra los pecados individuales es claramente revelado y explicado en el AT.
Los animales de sacrificio primeramente en el tabernáculo y luego en el templo se convierten en expresión visible de este tema. Desde la puesta en marcha del tabernáculo y de sus ritos hasta la destrucción del templo, todos los días corre sangre en Israel. Los animales de sacrificio ocupan el lugar de los pecadores. Esto se demuestra por ejemplo por la imposición de manos del pecador en el animal de sacrificio. El cordero o carnero que muere lo hace en lugar del pecador y esto aplaca y satisface la justa ira de Dios. Hebreos nos explica que esto ocurrió de forma provisional hasta que Jesucristo como sacrificio definitivo finalmente quedara establecido como propiciación de nuestros pecados (1 Juan 2:2). Tenemos que afirmar y nunca olvidar el elemento de la ira divina en la redención de nuestro Señor Jesucristo. La exclamación del versículo 1 del salmo 22 “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” es una expresión terrible y elocuente de esta verdad. Jesucristo se convierte en el “pararrayos” de la ira divina, para que los suyos puedan vivir.
EL CONCEPTO DEL CELO DIVINO
De nuevo nos encontramos ante un comportamiento divino que choca a muchas personas. ¿Realmente puede Dios ser celoso? ¿No se trata de una característica demasiado “humana”? Sin embargo, tenemos que entender que al igual que la ira divina, el celo divino radica en lo que Jesucristo en Marcos 12:29 llama el “gran mandamiento” que se describe y resume todos los mandamientos, y que hasta el día de hoy es considerado en el judaísmo como el credo más básico: “El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro dios, el Señor uno es.” De esto se deriva el resumen de la primera tabla de los 10 mandamientos: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento”. (Marcos 12:30).
Este amor a Dios es posible porque Dios nos amó primero y plasmó este amor en un pacto. El amor de Dios hacia los hombres siempre se expresa en un pacto formal. Y Dios vigila celosamente que este pacto se cumple. De la misma manera como el amor de un hombre por una mujer o de una mujer por un hombre se formaliza en el pacto del matrimonio, Dios hizo un pacto con su pueblo, primero en el AT y luego en el NT. Oseas, por ejemplo, cuenta la historia de este pacto y su quiebra en la historia de un marido y una mujer infiel. Es normal que el amor traicionado se exprese con sentimientos de celo. La falta de celo sería realmente una muestra de la falta de amor por parte del cónyuge defraudado.
Dios se revela a sí mismo como Dios celoso por sus pactos y por su honor. Él desea que se mantenga su monopolio de adoración. En el momento que Dios aceptara que se adoren otros dioses, el renunciaría a su estatus y dejaría de ser Dios para convertirse en “un dios”. El Dios de la Biblia es el único Dios verdadero. Solo Él se merece la adoración y el culto por parte de los hombres. Es la razón por la cual los israelitas (y también los cristianos) tenían y tienen prohibidos casarse con personas que no adoran a este único Dios.
Uno de los ejemplos más famosos del celo de Dios se encuentra en Éxodo 32 cuando los israelitas se crean un dios artificial y lo adoran. En el contexto de esta historia que por poco significa la destrucción de Israel Dios da instrucciones a Israel de expulsar a los cananitas de la tierra que ahora sería la tierra de Israel: “Guarda lo que yo te mando hoy; he aquí que yo echo de delante de tu presencia al amorreo, al cananeo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo. Guárdate de hacer alianza con los moradores de la tierra donde has de entrar, para que no sean tropezadero en medio de ti. Derribaréis sus altares, y quebraréis sus estatuas, y cortaréis sus imágenes de Asera. Porque no te has de inclinar a ningún otro dios, pues Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es.” (Éxodo 34:11-14).
Aprendemos – incluso con cierta sorpresa – que “Celoso” es uno de los nombres divinos. Dios no tolera ningún tipo de competencia. No puede hacerlo porque esto significaría actuar en contra de su propia naturaleza.
LAS CONSECUENCIAS
Realmente tenemos aquí la última razón teológica de porque Dios usa la “violencia” (según nuestro entendimiento) para reestablecer el orden y castigar a aquellos que lo quieren sustituir como único Dios: Dios no comparte su gloria y su honor con nadie y cualquier persona que intenta romper el monopolio divino de adoración tiene que atenerse a las consecuencias. El celo divino da lugar a su ira y esta se expresa en sanciones contra el transgresor. A través de estas sanciones, Dios se hace respetar. Para reestablecer su honor Dios usa a través de toda el AT (de hecho, a través de toda la Biblia) la fuerza.
En ocasiones este juicio es directo y en otras ocasiones Dios delega esta tarea en manos de los profetas. En 1 Reyes 18 es un ejemplo donde el profeta Elías se encarga personalmente de la exterminación de los sacerdotes de Baal: “Entonces Elías les dijo: Prended a los profetas de Baal, para que no escape ninguno. Y ellos los prendieron; y los llevó Elías al arroyo de Cisón, y allí los degolló.” (1 Reyes 18:40).
Al final de este pequeño resumen del concepto de la ira y el celo de Dios cabe mencionar que esta idea se encuentra no solamente en el AT, sino también en el NT. No hay que olvidar que los discípulos relacionan un único acto “violento” en Jesucristo durante su ministerio con una palabra del salmo 69:9: “El celo de tu casa me consume”. Es una pequeña muestra de lo que espera a aquellos que desafían sin vergüenza el honor de Dios y que el libro de Apocalipsis resume en el capítulo 20:14 con las palabras: “Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda.”
Un entendimiento de los conceptos de “ira” y “celo” divinos nos ayuda a valorar de forma más exacta y correcta los temas de la redención. Es precisamente por esta falta de entendimiento y aceptación de estos términos que también la necesidad de la redención y su aplicación son tantas veces mal entendidos en nuestro tiempo.
Esto nos deja con un último concepto, que es la idea de la “violencia verbal” en el AT y más exacto de los salmos imprecatorios. ¿Podemos orar estos salmos que claman por la intervención y la venganza de Dios? De esto trata la sexta y última entrega sobre este tema.
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